viernes, 22 de junio de 2012

Gobernanza ambiental para un desarrollo sostenible

La democracia está ampliamente extendida en América del Sur pero es considerada vulnerable pues existen recurrentes crisis de gobernabilidad asociadas a la crisis del modelo económico y a la inequidad social. En efecto, los albores del siglo XXI encuentran una región administrada por gobiernos civiles democráticamente electos, en contraste con el escenario político de los años 50 a 80 plagado de dictaduras, y gobiernos militares.
La gobernabilidad en la región depende de los esfuerzos de mitigación de la pobreza y reducción de las desigualdades sociales. Para ello, no parece haber sido suficiente la apuesta de los años 90 según la cual si se abrían las economías y el PIB crecía de manera sostenida, la redistribución se daría de forma automática. En aquellos países donde esto se cumplió, a pesar de la ola de apertura económica y privatizaciones, aún se mantiene una inaceptable brecha social.
la gobernanza ambiental se vuelve un tema particularmente complicado pues la conservación de la naturaleza y el desarrollo sostenible pierden prioridad frente a las urgencias del entorno político y macroeconómico.
Hay que considerar que pese al "boom" de creación de instituciones, políticas y estrategias ambientales que siguió a la Cumbre de la Tierra de 1992, lo ambiental no se ha integrado de manera realmente efectiva a los planes y agendas nacionales de desarrollo. Por el contrario, en muchos espacios de decisión ha hecho carrera la idea de que la conservación del medio ambiente restringe el desarrollo económico y social. Esto promovido por una compulsión exportadora de materias primas extraídas mediante métodos que degradan la base natural, agotan los recursos y no generan valor agregado.
Frente a este planteamiento intenta abrirse espacio la idea alterna de que una gestión estratégica, participativa y equitativa de los ecosistemas sudamericanos puede ser decisiva tanto en el alivio a la pobreza como en el despegue económico de la región, cuya competitividad depende de una buena calidad de los ecosistemas y prestación de servicios ambientales. En esta perspectiva, una gestión sostenible de la naturaleza ha de reforzar mas que limitar el desarrollo de la región y el bienestar humano.


Fuente: http://www.iucn.org

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